miércoles, 14 de mayo de 2014

Chile: país de catástrofes, como superar los eventos traumáticos.

PUBLICACIÓN: Jueves  08  de Abril 2014 / NOTA DE: María Paz Muraro, Psicóloga y Colaboradora EM / SEGMENTO: COSAS DE MUJERES - Conectadas
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Siempre se dice que en Chile estamos acostumbrados a las tragedias, a los embates de la naturaleza, a sobreponernos, a ser solidarios. Una tragedia es una representación dramática o teatral, donde los personajes se ven conducidos por sus pasiones o por la fatalidad a un desenlace nefasto; por lo que un término más acertado sería decir catástrofe, esto es un evento desdichado que produce destrucción con grave alteración del curso normal y esperado de las cosas.

El reciente terremoto en el norte de Chile y el aún más reciente y asolador incendio en la ciudad de Valparaíso, nos han hecho vivir y revivir traumas, asociados a nuestra memoria colectiva de las catástrofes que enfrenta nuestro país: inundaciones, terremotos, tsunamis, incendios… Los recursos llegan, los voluntarios llegan, las donaciones llegan, levantamos nuevamente las casas, volvemos a nuestros trabajos y la vida continúa, hasta la próxima eventualidad. Pero, ¿cómo superar (o al menos continuar con la cotidianeidad) psicológicamente tantos eventos traumáticos? ¿Qué le decimos a nuestros hijos? 


Al vernos enfrentados a un evento tan grande y destructor como el incendio en los cerros de Valparaíso, el aparato psíquico nos protege, al menos durante el primer tiempo, del dolor; sin embargo, pronto pueden comenzar a aparecer síntomas que delatan una patología mayor, como un estrés postraumático, el cual es una respuesta de la persona que incluye temor, desesperanza y horrores intensos, además de reexperimentación persistente del acontecimiento traumático y de evitación persistente de los estímulos asociados a él, con una dificultad en la capacidad de respuesta. Estas características deben estar presentes por más de un mes luego del trauma y provoca un malestar o deterioro social, laboral, etc. enorme.

En este sentido, quienes han sufrido directamente este incendio, quienes han perdido todas sus cosas, pueden reexperimentar lo vivido en forma estresante al tener recuerdos recurrentes o bien pesadillas en donde vuelve a suceder el incendio. También es posible que la persona sufra dolores físicos o psicológicos intensos, que la lleven a cuadros más persistentes o crónicos como depresión, fobias, trastornos de angustia, etc. 



Por otro lado, la persona suele hacer esfuerzos para evitar caer en pensamientos, sentimientos o mantener conversaciones sobre el incendio y para eludir actividades, situaciones o personas que puedan hacer aflorar recuerdos sobre él. En este comportamiento de evitación puede incluirse la amnesia total de un aspecto puntual del acontecimiento, como por ejemplo del momento en que debieron abandonar el hogar, o en el que vieron su casa arder por las llamas.

Del mismo modo se puede observar una disminución del interés o participación en actividades que antes resultaban gratificantes y un alejamiento de otros, incluso llegando a una disminución de la capacidad para sentir emociones. Además, se pueden observar síntomas de ansiedad o aumento de la activación que no existían antes del trauma. Entre estos síntomas están la dificultad para conciliar o mantener el sueño, que puede deberse a pesadillas recurrentes donde se revive el acontecimiento traumático, hipervigilancia y respuestas exageradas de sobresalto, otras personas manifiestan irritabilidad o ataques de ira o dificultades para concentrarse o ejecutar tareas. Otro sentimiento “esperado” ante tal evento es la culpa, por no haber “hecho más” por salvar mi casa, mi vecino y mi mascota. 


Ante todo esto es bueno apoyarse en otros que, como nosotros, han perdido todo, y en quienes han llegado a ayudar, con nuevas energías y con una visión de lo sucedido diferente, con una mirada en la reconstrucción, lo que refresca nuestra mente y entrega esperanza. Es importante tratar de hacer cosas que antes de este incendio nos resultaban agradables, y comenzar a hacer otras, que descubriremos nos alivia el dolor. Muchas veces luego de estos eventos se nos olvida gozar, cuidarnos y crecer como personas. Es recomendable pensar en cosas nuevas a hacer y por cuáles se va a comenzar. Tras el desastre se sufrió una desorganización cognitiva muy fuerte, y es fundamental organizar nuevamente las ideas, el ambiente, a fin de acomodar esta experiencia, cognitiva y emocionalmente, para que permita seguir con la vida, seguir amando, seguir cuidando de otros.

La tristeza es válida, el enojo también. El incendio ha sido horrible y triste y un paso para recuperarse es tomar conciencia de lo que se perdió. Una forma de hacerlo es recorrer el lugar, donde estaba la casa, las cosas, limpiar, despejar. Comenzar un nuevo hogar y no pretender que sea exactamente el mismo, aceptando la realidad de lo perdido.

Hay un proceso de duelo que acompaña a un trauma de esta magnitud, el que implica la pérdida de la configuración corporal, lazos interpersonales, la visión del mundo y de la ilusión y también de la confianza.

Así como a nosotros nos cuesta este proceso, los niños pueden enfrentarse a muchos fantasmas y estar expuestos a información que no son capaces de manejar, entender o controlar. Un paso en este sentido, y que también ayuda al adulto, es explicarles que es normal sentirse inquieto, desconcentrado, olvidadizo y ello no quiere decir que ahora se es “malo o tonto”, sino que ahora se está pasando por un momento terrible y que pronto cuando se sienta mejor, va a poder hacer nuevamente las cosas como está acostumbrado. Es válido para los niños y para los adultos sentirse confundido y es normal tener muchas preguntas sin respuestas.

Nuestras catástrofes marcan nuestra identidad, muchas veces nos definimos en base a estos embates, la mayoría hemos aprendido a convivir con ellos, pero no por eso golpean no fuerte. Sin embargo debemos saber que siempre hay un futuro, una nueva oportunidad y que siempre contamos los unos con los otros. El cliché de Chile ayuda a Chile, en estos casos está más presente que nunca y eso marca la reconstrucción, no sólo material, sino psicológica y espiritual. 

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